jueves, 14 de mayo de 2009

El paraíso de los escarabajos


Se dispone cruzar la calle. De su lado: el jardín de cemento, la guarida del enemigo, donde el peligro es inminente. Terminar aplastado es una posibilidad cada vez más cercana. Del otro lado: el baldío de vegetación, el paraíso de los escarabajos. Destino casi inalcanzable. Decide arriesgarse, hundirse en la travesía.
Comenzó con pequeños pasos. Los movimientos eran coordinados, lentos como de costumbre, pero parecía apurar lo más que podía… La maquina de matar, la que todo lo destruye, podía llegar en cualquier momento, con su furia incontrolable. La adrenalina lo invadía y dominaba con una fuerza de diez tempestades. Había algo nuevo, extraño, que se podía sentir en la brisa de otoño, una cosa inexplicable.
Sin darse cuenta había llegado ya a la mitad. No podía estar feliz, tampoco triste. La coordinación se va perdiendo de a poco, desaparece… De pronto, lo inesperado, un tropezón. Cae, cae y vuelve a caer. De un momento a otro se encontró en el suelo. Sintió como el peso de la Tierra se sostenía en el. El ruido aumentaba; mas, mas y mas fuerte, era la maquina infernal. El final parecía acercarse. La brisa otoñal cambia, se vuelve un ciclón. Todo a su alrededor se hace mas grande, el, mas pequeño. El monstruo de metal se para delante de el. El tiempo parecía congelarse. En un instante el enemigo se baja; lo toma, lo lleva a su destino, que a esta a altura era totalmente inalcanzable. Supo apreciar la bondad. El eterno enemigo, el que todo lo destruye, lo había ayudado a llegar a su destino.
Reflexiona. No todo esta perdido. Habrán otras metas… Ahora corre por su cuenta.